julio 26, 2024

Mamá Rockera

By Mónica Nitro

Esta semana una de las tareas que le dejaron a Décimo Meridio fue: escribe en tu libreta en qué te pareces a tu mamá y a tu papá.

Después de diferentes interrupciones (¡Mamá, voy al baño! ¡Mamá, voy a tomar agua! ¡Mamá, me falta la lapicera! ¡Mamá, mamá, mamá!), por fin se sentó y nos dispusimos a realizar la actividad. Del Vaquero, las cejas, la mirada, la sonrisa, los dientitos, los pies chuecos, los dedos, lo necio, lo competitivo, lo inteligente. Y de pronto un silencio abrumante apareció entre los dos cuando tocó escribir las similitudes conmigo. Ni los chinos, ni la nariz; tuve que inventarle el parecido en la complexión, en el gusto por las ensaladas y el chocolate; sin embargo, el Décimo bien puede ser mi hijo, bien no.

¿Les ha pasado que los llevas nueve meses dentro de ti, les das de comer, les das todos los nutrientes, los traes al mundo exterior, los alimentas de ti, los cuidas por encima de todo y ni las cejas las sacan de ti?

Así es el azar de la genética. Pero hay algo en lo que puedo ganar, no es que sea una competencia entre madres y padres, entre mis genes y los suyos, pero dónde queda eso de “reproducirte”, das todo de ti para que se formen, y ¿cómo que el chocolate es lo único que nos une?

No, Décimo Meridio y yo no nos parecemos físicamente, en carácter, tampoco, pero hay algo que siempre nos ha unido. Cuando nació, yo no sabía qué hacer con él. Ahí tenía a una personita de 49 cm y 2.605 kilogramos en mis brazos, succionando leche de mis pechos, una y otra vez todo el día. Llorando si no me sentía cerca, y mirándome fijamente sin tener nada qué decir. Así que lo subía al cuarto, lo recostaba en la cama, prendía la tele y ponía videos en YouTube de Luis Pescetti, aquel cantautor argentino, más conocido en México por sus apariciones en Bizbirije, y de quien disfruto inmensamente sus interpretaciones. Sonaba “Los changos”, “Tongo Tongo”, “Niño Caníbal”, “Verde, verde”, y mi voz chillona a la par del rubio de lentes, meneando los bracitos del Décimo Meridio, cuando creía que se nos había pasado la tarde cantando, me daba cuenta de que sólo habían pasado 15 minutos y mi nuevo amigo, lo único que hacía era echarme bombas de leche. Ahora sé, que debí abrazarlo más, olerlo más, disfrutarlo. Pero eres mamá nueva y no sabes ni qué hacer.


Nuestros días de recién nacido así fueron, canciones y canciones; de Pescetti pasamos a Oasis, a Nirvana, Tame Impala, y sus favoritos de esa etapa, Led Zeppelin. Hasta la fecha, la música sigue siendo un puente entre él y yo, para nosotros el rock es un estilo de vida, y aunque Décimo escuche canciones de Shakira en fiestas infantiles, su gusto hacia el metal y el punk es más fuerte, de ahí la mata larga que se carga. Es cierto que los padres y madres somos el primer ejemplo de vida, para lo bueno y lo no tan bueno, no se trata de imponerles un gusto, sino de educarlos como mejor lo consideremos, y aún así, de grandes irán a terapia o un bar, a renegar de sus padres, es parte de este oficio.

Esta semana asistí a la conferencia del Vive Latino 2024, el cartel está lleno de nuevas bandas, muchas de ellas mexicanas; se leen los talentos de estados como Michoacán, Veracruz, Sonora, CDMX; y otras ya muy conocidas, una en particular que fue nombrada en su época “representativa del rock en español”: Maná; aunque podremos estar o no de acuerdo con esta idea, seguramente los espectadores del Vive, corearán a todo pulmón: «Rayando el sol». No se hagan.

Están también “La Castañeda”, “Cartel de Santa”, “Panteón Rococó”, “Fito Páez”, “Jorge Drexler”, “Babasónicos “, “San Pascualito Rey”, “Instituto Mexicano del Sonido”, “Kings of Leon”, “Scorpions”, “La Vela Puerca”, “Hombres G”, y varias más. Uno de los reencuentros más esperados: Belanova; para otros, Vaquero y Sussie 4. Y un trío muy explosivo: Las Ultrasónicas.

En la conferencia de Prensa, pude entrevistar a una de las Ultras, me recordó aquella época cchachera en la que le compraba discos a un sujeto que se ponía en el suelo afuera del Bachilleres 1; llevaba discos de rock, indie, punk, de garage, y uno de esos era el titulado “Yo fui una adolescente terrosatánica”, muy ad hoc a esa etapa. Una tarde me encontraba escuchando el track #7 en el estéreo Sony de mi abuela, cuando llegaron unos tíos de visita, la letra le pareció sumamente vulgar, y sí, pueden serlo, pero yo era una adolescente fuera de lo convencional, así que para mí era energía pura. Recuerdo los ojos saltones de mi tío, casi se persigna hincado pidiendo por mi alma descarriada. Pero si mi abuela, mujer de más de sesenta años, alburera y símbolo de orgullo, no me reprochaba el cántico, no iba a dejar que nadie me limitara. Aunque hoy, no lo puedo poner a todo volumen en el coche mientras llevo al Décimo a la escuela.

Tres mujeres músicos y muy explosivas arriba del escenario, eso sí se me antoja. En entrevista para Mamá Rockera, le pregunté a Jenny Bombo (batería y voz), qué opinaba su mamá (Q.E.P.D) cuando empezó a tocar con las Ultrasónicas, y el articular frases como: “vente en mi boca, chiquillo, vente en mi boca”, o “yo solamente quiero ser tu perra”. La respuesta es de lo más simple y hermosa. La mamá de Jenny también era rockera, de hecho una hippie rockera, así que siempre apoyó a la baterista, su música le parecía irreverente y nunca la censuró, es más, le causaba gracia, por lo que la Bombo no tuvo problemas para desarrollarse libremente en el ambiente punk-garage de los 90.

Échenle una mirada a las bandas que estarán en el VL24, chequen los nuevos proyectos y recuerden aquellos momentos en que Maná era todo el rock de México que se conocía en el exterior. Y vayan ,por supuesto, a ver a las Ultrasónicas. Yo como la mamá de la Bombo, espero que un día Décimo Meridio, reconozca en mí, esa parte rockera que lo hace agitar la mata, y claro sí, del Vaquero porque es rockanrrolero, ni en eso le pude ganar.

Disfruten su fin, nos leemos el próximo viernes de Mamá Rockera.

Au revoir!

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