Mamá Rockera
By Mónica Nitro
¿Han escuchado hablar sobre el apego? Voy a tratar de describirlo lo mejor posible y de forma muy breve. El apego entre un hijo o hija con su madre, principalmente, es ese sentimiento, sensación, experiencia, acción que si no estás con ellos, sienten que se mueren y viceversa.
O sea, sólo quieren estar contigo y tú con ellos. Vas al baño, van contigo; vas a la tienda, van contigo; vas a dormirte, se suben en ti; vas a besuquear a tu pareja, se meten en medio.
El apego es algo natural, piensa en que los llevas dentro de ti, literal, los alimentas de ti, literal, los cuidas 24/7, y evitas que se suiciden, sé que esa palabra es muy fuerte y la acción mucho más, pero los infantes son suicidas. Les dices: «no agarres las tijeras porque cortan«, ¿qué hacen? Agarran las tijeras.
«No te comas el resistol«. Se lo comen. «No metas los dedos al enchufe«. Los meten. «No toques la plancha «. La tocan. Y un largo etcétera que dura al menos unos 30 años más, cuando las criaturas empezamos a tomar mejores decisiones, si es que aprendimos la lección.
Cuando eres madre por primera vez, el apego es muy fuerte, con el segundo hijo te vuelves más flexible, y el tercero ya que se cuide solo.
Y habemos mamás que nos fue difícil dejar ese apego. Cuando Décimo Meridio nació, yo dejé de trabajar, porque podía, pero no todas las mamás pueden hacerlo. Renuncié a mis 15 días de incapacidad posparto que alguien me había ofrecido en ese trabajo, porque honorarios, y me quedé en casa con la criatura, y por cierto, ni sabía que hacer con ella. De recién nacidos son sumamente tiernos, así como llorones, tragones, cagones, y no hacen nada más que eso. Son un tanto aburridos.
Décimo y yo fuimos avivando nuestro apego cada día. Recuerdo que despertaba, lo alimentaba, lo dormía en su hamaca y me iba corriendo a darme un regaderazo de tres minutos, y salía asustada porque la criatura ya estaba llorando. Repetía la acción para hacer otras cosas, le daba de comer, lo dormía y bajaba rápido para lavar ropa, o hacer quehacer, cocinar, etc. Cuando yo estaba a punto de comer, siempre se despertaba y lloraba y lloraba, ”el huele mole», lo apodamos.
Todavía siento esa sensación de calidez y profundo amor, cuando despertaba y ahí estaba junto a mí esa pequeña criatura rosada, con ojos grandes y penetrantes, y la sonrisa más extraordinaria que jamás haya visto. Esa etapa es muy tierna y agradezco haber podido pasarla juntos. En esa época estaba intentando, por quinta vez, escribir la tesina que podría darme el título de Lic. en Comunicación; ahora sí, después de varios años, con un recién nacido, estaba lista para realizarlo. Ese quinto intento incluía entrevistas presenciales con diversos pedagogos y pedagogas, sociólogas, maestros y maestras, así que, para no dejar a Décimo lejos de mí, mi mamá me acompañaba a cada entrevista, se iba a dar la vuelta al parque con él y regresaba. Décimo y yo nos separábamos unos treinta minutos, no más.
Décimo Meridio iba con nosotros a todas partes, su primer festival de rock fue el Pa’l Norte 2018 (Monterrey); con todo y carreola lo llevamos a ver a Enjambre, Natalia Lafourcade, Queens of the Stone Age, y por supuesto a Franz Ferdinand. También vio a DLD, Panteón Rococó y Jumbo, en el Acrópolis 2018 (Oaxaca). Y así era nuestra vida, siempre juntos, y no es que ahora no lo sea, pero entendí que el apego tiene fecha de caducidad.
Una tarde de esas donde no pasa ni la mosca, me encontraba de ociosa en Facebook, cuando leí un anuncio de empleo temporal:
«Se Busca reportero (a) por un mes para cubrir una incapacidad».
Volteé a ver a mi criatura, latoso como él solo, de dos años de edad, sano, sonriente y feliz, y pensé: «nada le puede pasar si por un mes comparto mi atención con algo más«. Hoy en día llevo cinco años en ese empleo «temporal», y aunque es mitad presencial, mitad Home Office, en un principio fue difícil ir soltando ese apego hacia mi hijo. El primer paso fue quitarle el pecho.
La Organización Mundial de la Salud (OMS), recomienda dar leche materna por dos años, y yo acepté ese parámetro, pero en la práctica todo es diferente. Una tarde me encontraba trabajando en el comedor de la casa, y Décimo intentó treparse por la periquera para alcanzar su «mimi», lo cual no logró y se cayó de unos 50 cm al suelo. Dejé lo que estaba escribiendo, lo cargué, lo miré y dije llorando: «Décimo Meridio, esto ya no es sano para nosotros». Le expliqué que la leche de mis pechos se había echado a perder, y él aceptó esa verdad y la compartió con todo el mundo. A cada persona que veía en la calle decía que me había echado a perder, y pues bueno, así como así, dejó de lactar.
Hoy sé que ni él ni yo, podemos estar juntos toda la vida, como dice DLD «sólo hay que entender, que nada es por siempre», y honestamente, prefiero que él sepa de una manera adecuada para su edad, que un día yo no estaré para cuidarlo, y que debe continuar y ser libre, vivir y ser feliz, conmigo y sin mí. Es triste, tal vez, tal vez no, pues hoy personas lectoras les escribo trabajando desde Cancún, amo a mis hijos, pero ni el apego ni nosotros, podremos estar siempre juntos. ¡Salud! Vivan y dejen vivir, ahí se ven mis chamacos.
Au revoir!