El día jueves, el Mónico se fue de excursión con sus compañeros de la escuela, él solito, sin mí.
¿Miedo, nervios, angustia, emoción, melancolía? Sí, sentí todo eso cuando lo vi subir al autobús enganchado a su maestra porque le asusta el ruido que hace el motor de los camiones o los tráileres, y además no se había subido a ninguno. Creemos que el Mónico fue conductor en otra vida, ama los autobuses, los camiones de basura, el de Coca Cola, el de Pepsi, las grúas, y muy por encima de todos, las excavadoras.
Cuando sale de la escuela y caminamos hacia la casa, espera a que pasen los camiones antes mencionados y les grita para que lo saluden, la mayoría se extraña ante ese gesto de un pequeño desconocido, pero ondean su mano y hacen sonar el claxon o la bocina. También disfruta saludar a los policías y bomberos, la cara se le ilumina cuando encienden la sirena para él, pero también se enfurece si no lo saludan, así es el Mónico, tierno y enojón.
El Mónico tardó nueve meses en “pegar”, como dicen por ahí, por supuesto que hacíamos la tarea, pero una no comprende, debido a la tasa de natalidad del país, que para que un óvulo sea fecundado, existe sólo un par de días para que suceda y pues a veces no sucede. Después de nueve meses de esperar la buena noticia y que no sucediera, empecé a entristecerme, cada que llegaba «Andrés», era una oportunidad menos de vida. Así que durante un viaje a Cuernavaca, dejé de preocuparme por la ilusión de volver a ser mamá, y me dispuse a disfrutar la alberca, a la familia, al Décimo Meridio y me eché unas cuentas cheves.
En el último día de nuestra estancia en Morelos, me di cuenta de que no había visita menstrual, así que le dije a quien estaba conmigo que no me había bajado, y como si tuviéramos 15 años, ella me volteó a ver nerviosa, con los labios temblorosos y un rostro pálido sin saber qué decir. Lo que ella no sabía, en ese momento, es que por dentro, yo estaba más que emocionada, tal vez, alguien más ya estaba formándose dentro de mí.
«Penso positivo» fue la canción con la que, diez días después, le dije al Vaquero que el chicle ya había pegado y entonces en nueve meses más, seríamos papás por segunda ocasión. Al igual que con Décimo Meridio, esperamos tres meses de embarazo para contarlo. Y justo, el 31 de diciembre del 2019, durante el brindis de fin de año, con la familia de mi mamá, mi hermana y nosotros les jugamos una pequeña broma. Babysh comenzó dando unas palabras de agradecimiento a la familia, tomó de la mano a su novio y nos dijo que tenía algo importante que contarnos. Ahí cambió la cara de todos, principalmente de nuestro hermano, Babysh tenía 16 años y esas palabras a esa edad son una bomba para cualquier persona. Babysh continuó: Mi novio y yo queremos decirles que… ¡Moni está embarazada!
Hay un video en el que se ve a mi hermano sudando, le cambia el color del rostro, le va de rojo a pálido y de pálido a rojo, y mi mamá tiene esa mirada matona que de niños nos echaba para tranquilizarnos. Aún cuando Babysh dijo mi nombre, ellos dos seguían en shock, mientras los demás nos abrazaban y felicitaban. A los cuatro días de haber dado la noticia, tuve un sangrado, por lo que la felicidad se detuvo y la incertidumbre nos invadió. No lloré hasta ver a mi cuñada, que es como una hermana, ella sabe lo que es perder a un bebé y ahora yo también lo sé. Pasé diez días en reposo total, Décimo Meridio me llevaba la comida que el Vaquero nos preparaba y los dos comíamos en la cama jugando con sus muñecos y esperando que el Mónico se quedara tranquilo hasta madurar.
El cuerpo es más que inteligente, la naturaleza es sabia, como dicen por ahí, al día 11 pude ir al doctor y empezar tratamiento para fortalecernos; cuando creí que podía disfrutar mi embarazo, el 31 de marzo se publicó en el Diario Oficial de la Nación, el Acuerdo por el cual México se declaró como «emergencia sanitaria por causa de fuerza mayor, a la epidemia de enfermedad generada por el virus SARS-Cov2 (COVID-19)”. Y a partir de ese día y duramente al menos dos años, la vida como la conocíamos dejó de existir… Ahora creo que muchas personas no valoraron ni aprendieron nada de ello. Mi segundo embarazo fue angustiante. Empezaron las noticias de mujeres embarazadas que al parir, murieron, y la incertidumbre era la única constante en esos meses. Décimo Meridio y yo dejamos de salir, el Vaquero se encargaba de ir por despensa y cuando llegaba a casa yo entraba en pánico. Aplicamos todas las medidas de seguridad e higiene que informaban: quitar ropa, lavarla de inmediato, usar cubrebocas, gel antibacterial, lavar las manos constantemente, desinfectar los envases, las latas, etc.
Caminaba todas las tardes a las 19 horas durante 60 minutos, del cuarto uno a la sala y de regreso, vivíamos en un departamento de unos 52 m2 así que el ejercicio era poco para mí.
Desde las nueve de la mañana y hasta las diez de la noche, trabajamos en que Décimo Meridio no se estresara con el encierro, al final fuimos nosotros los que acumulamos cansancio y ansiedad, pero si le preguntan a Décimo qué piensa sobre la pandemia, la recuerda como un periodo divertido en casa, así que lo hicimos bien.
La madrugada en la que nació el Mónico, otro país celebraba, en cuarentena, el aniversario de su independencia. El Mónico no quería salir, vi más de seis partos esa noche, y en esa clínica no aplican la epidural, así que el dolor que sentí después de dilatar ocho centímetros, fue tremendo. Una de las ginecólogas que me estaba revisando, una de tantas que pasan en el IMSS, me dijo que mi panza era muy pequeña, que ese bebé venía demasiado pequeño y entonces me asusté, pero después de mucho dolor, a las 00:13 horas nació el Mónico, lloró con tal fuerza que sacó 9.9 de calificación, es una evaluación médica. Y entonces ahí estaba mi pandemial, listo para salir del hospital directo a su casa, porque el COVID seguía siendo de gravedad.
Pujar con cubrebocas no se lo deseo a nadie, pero a veces no tenemos opción. El Mónico ha sido un gran reto en mi vida, y a la vez, la manita que cada mañana me recuerda que estoy aquí, con vida, y que él tiene hambre, pero antes de pedirme su tamal, me deja muy en claro que me ama.
A los ocho meses, el Mónico, así como Décimo, el Vaquero, Babysh, una tía y yo, tuvimos un accidente en carretera. Mi hermana murió días después y una gran parte de mí se fue con ella, pero ese ser pequeñito que se salvó, esos dos bebés que crecieron en mí y que son lo mejor de nuestro amor, me tienen de pie en este planeta. Las cachetadas que me ha dado la vida después del accidente me han hecho recordar, a la mala, que aún tengo cosas pendientes aquí.
Meses después del accidente, el Mónico fue diagnosticado con epilepsia; como ya les he platicado, personas lectoras, esos minutos de crisis fueron horribles, abrazo a todas las personas que tienen epilepsia y a sus familias, hoy Mónico está controlado y disfrutando de su excursión, aunque somos conscientes de que es una condición de vida y no debemos olvidarla.
También le dio neumonía y fueron días de hospitalización muy intensos, entre la impotencia por la burrocracia del IMSS, y la angustia por su salud, provocó que me diera ansiedad ante cualquier indicio de enfermedad en él, pero es que estos tiempos son enfermizos, los virus cada vez son más resistentes y agresivos, el fin del mundo, dice mi vecino.
Cada vez que el Mónico ha pisado un hospital, me ha demostrado que lo subestimo, no voy a mentir, aún me angustia verlo enfermar, correr, saltar, vivir, pero esa angustia la tenemos todos los papás y mamás, los hijos pequeños son suicidas. Nuestra vida cambió en un instante, pero estamos aquí, y en honor a mi bebé, mi hermana, y a la fortaleza de nuestra madre, es por lo que cada día me levanto a calentarle su tamal al Mónico, el que me da besitos y se acuesta sobre mi panza para dormir. Por ahora, esas dos personitas son las que nos mantienen de pie.
Pero no se angustien personas lectoras, poco a poco he ido recuperando partes de mí, el rock es algo que siempre esta conmigo, es un estilo de vida, y así como ayer se fue el Mónico a su excursión, y seguramente el Décimo Meridio se irá a surfear a Todos Santos en unos años, creando su propia vida, nosotros debemos continuar con la nuestra, así que además de su columna favorita, pronto me verán en otro proyecto.
Pasen un feliz día de las madres, en vez de recordársela a los demás, recuérdenle a la suya que la aman.
Vivan y dejen vivir.
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