Y este es otro de sus aciertos: la cercanía léxica, la sencillez del mensaje y la universalidad sentimental por la que todos seguimos pasando. Escuchar a Las Dianas es reconciliarse con la vida, reconocerse y un poquito también perdonarse. Porque nada es tan grave y de todo salimos indemnes.

Las referencias al momento apocalíptico que vivimos están aseguradas con “Todos mis amigos tienen covid”, una desesperanzada tonadilla hija del aburrimiento monstruoso que hemos obligado a vivir a los jóvenes.

Sin embargo, no hay rastro de ñoñería: La producción de Carlos Díaz es todo menos amateur y el mensaje tiene siempre una lectura irónica que sitúa a Las Dianas en un podio intelectual rarísimo para un primer disco.

Hay destellos que miran al pasado (Fresones Rebeldes o Juniper Moon), guiños generacionales a Puto Chino Maricón o hermanamiento sonoro de Cariño o Axolotes mexicanos… Pero hay un universo propio, un lenguaje y una musicalidad que auguran una carrera amplia como la meseta castellana. Cualquier camino que escojan Las Dianas, será el correcto, porque el despegue no puede ser mejor.

Las Dianas tienen otra asombrosa capacidad: Encajan en cualquier momento y cualquier lugar. Comprobarlo, hacerme el favor. 

Lo dice @DianaAller