diciembre 22, 2024

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Ocho de marzo

Mamá Rockera

By Mónica Nitro

México ha tenido 65 presidentes desde 1824, doscientos años en los que, hasta hoy, no había tenido una real oportunidad de gobernar el país una mujer, no me digan, entonces, que el machismo y la represión de género no existen.

Las actuales candidatas serán lo que ustedes quieran, no entraremos en análisis políticos, sino en cómo en doscientos años ni una mujer nos ha gobernado a nivel federal, al menos no constitucionalmente, en casa y en el corazón, es otra cosa.

Han existido miles y miles de mujeres capaces, que cumplen el perfil, ¿por qué no ha sucedido? La columna de esta semana no busca crear en ustedes un feminismo que no comprenden, ni un odio hacia el otro género. Lo que queremos, no es una lucha de sexos, es la integración de la equidad de género a las leyes, a los derechos, a la sociedad, la familia, en las escuelas, en la vida de una misma.

Está claro que cada persona tiene sus particularidades y fisionomía diferente, pero todas somos personas que legalmente y socialmente tenemos derecho a lo mismo, al final, sólo hay una vida y hay que vivirla lo mejor posible.


En esta vida digital, hay opiniones de todo y para todo, somos expertos virtuales, un día le vamos al negro, al otro día al blanco, y así dependiendo lo que esté en tendencia.

Se asume que la marcha del 8 de marzo es exclusiva de las mujeres, pero no, hay padres, hermanos, hijos, amigos, que han perdido a una mujer por feminicidio y ahí están cada año, pero ¿y los demás? Yo lo veo desde la raíz, el próximo año estaré con Décimo Meridio y Mónico en la marcha, ellos tienen que ver que sí existe una desigualdad de género y cómo evitarla, eliminarla de sus vidas.

Y no sólo deben verlo el ocho de marzo, deben comprenderlo desde casa, en la escuela, con la familia, ahí es donde empieza todo. Es difícil criar a infantes de esta manera, ya que aún nos falta mucho por comprender sobre la equidad y más si se sataniza al feminismo. Por ejemplo, vas a una juguetería, a una tienda departamental y: juguetes divididos para «niños» (coches, pistas, aviones, trenes, figuras de acción, pistolas de agua, balones, todo azul). Y el área para «niñas» (carriolas, planchas, cocinas, bebés, todo rosa).

Existen marcas que empiezan a modificar su publicidad, pero otras continúan poniendo niñas arrullando bebés, mujeres limpiando y lavando trastes.

Ya estuvo, ¿no?

¿A quién se le ocurrió que la limpieza de una casa, es responsabilidad de la mujer? En ese aspecto, la limpieza e higiene tanto de una casa como de tu persona, es tuya, compartes responsabilidades, pero es tuya, de cada integrante. El trabajo en casa es muy cansado: recoger, lavar, planchar, cocinar y otra vez, cada día. Entiendo que así era la educación antes, las costumbres, las responsabilidades por género. Y es en ambos sentidos. Madre y padre, juntos o no, tienen derecho a ejercer su paternidad, su maternidad: festivales, tareas, consultas médicas, etc. Y la economía del hogar no es sólo responsabilidad del hombre. Son acuerdos de cada pareja.

Poco a poco se ha ido comprendiendo el tema de cumplir perfiles laborales, no por estereotipos de género con los que hemos vivido décadas. Persona que cumpla con el perfil, obtendrá el puesto, aunque todavía hay quienes tratan y escuchan más las opiniones de los hombres por ser hombres, o tienen mejores oportunidades económicas y de desarrollo, por ser hombres. Tal vez es complicado para algunos entender esta lucha, violenta o no, a la que nos enfrentamos las mujeres cada día. Pero existe y no se puede negar. Nos han y hemos considerado «el sexo débil», y por el hecho de ser mujeres, existe un abuso.

Pregúntale a la mujer que tengas a lado si ha sufrido acoso, por ejemplo. No te imaginas cuántas maneras de humillar y lastimar a una mujer existen. Cito algunas…

Catorce años, ñoña, recién salida de casa, aprendiendo a andar sola en transporte público, tomando de lunes a viernes el camión que va al Rosario, si corría con suerte, me iba la mitad del camino sentada, si no, una hora y media de pie.

En una ocasión, de esas con mucha suerte, se bajó una señora en Tlalne, por lo cual el sujeto que iba a un lado de ella se levantó para darme el asiento pegado a la ventanilla. Calvo, moreno, de entre 40 y 45 años, yo lo veía súper viejo, ahora sé que no tanto, con una mochila negra en las piernas, el sujeto se durmió después de unos 10 minutos de que yo me senté. De pronto sentí una mano tibia recargada en mi pierna, que por supuesto no era mi mano, lo volteé a ver, dormido, según, moví mi pierna, volvió a dejar caer su mano, y con todo el nerviosismo que esa situación me provocó, sin saber qué hacer, con los ojos llorosos y la voz cortada, le pedí amablemente, además, que me diera permiso.

El sujeto se hizo el dormido, pero no quitó su mano, por lo que volví a pedirle que me diera permiso con una voz más fuerte. Quitó su asquerosa mano y se hizo como que no sabía nada, me levanté y me fui de pie el resto del camino, lejos de él.

Misma época, misma ruta, sentada del lado del pasillo, medio dormida, un sujeto de pie, balanceándose supuestamente con el movimiento del camión, hasta que, sentí que algo rozaba mi hombro, pero no era parte del mobiliario, así que le di un codazo y él se movió de lugar. Me sentí confundida, asustada y con mucha vergüenza, vergüenza deberían tener todos esos hombres asquerosos que nos hostigan, humillan y denigran con ese tipo de acciones. Metro lleno, yo iba con un amigo, vagón mixto, varios sujetos en la puerta, justo al bajar del tren, uno de ellos me dio una nalgada. Otro día, caminando sobre la banqueta por casa de mi mamá, un sujeto pasó en su bicicleta en sentido contrario y me dio una nalgada.

Otra noche, mala suerte, el Trolebús se quedó parado cuadras antes de la casa, tuve que caminar sobre la banqueta a las 9 de la noche, mientras dos escuincles del bachilleres me alcanzaron corriendo y uno me dio un apretón de nalga, lástima por ellos porque ni nalgas tengo.


Paletería en donde trabajaba mientras pasaba las vacaciones de verano con un amigo, uno de los hijos del dueño me acosaba, se acercaba tanto que yo no sabía qué hacer hasta que le dije que si su futura esposa sabía cómo era con las empleadas. A partir de ese momento me pedía trapear a cada rato, acomodar cajas, para mí era trabajo, para él, su orgullo. Años antes, trabajé vendiendo películas clonadas en un bazar establecido, el dueño, a un metro de su esposa, me preguntaba cuándo nos podíamos ver en otro lado. Asco de persona. Escaleras eléctricas del Tren Suburbano, un sujeto tomando fotos por debajo de mi vestido, siempre uso shorts, y aunque no me di cuenta de la acción, otra mujer ya le había mentado la madre al sujeto y me había alcanzado para avisarme. 

 

¿Aún creen que no padecemos por el hecho de ser mujeres? No somos mártires, exigimos respeto. Yo estoy aquí, viva, escribiendo, con miedo, tal vez, cada que me subo a un Uber, a un Didi, sin saber si el chofer es un chofer o un violador, un asesino. Soportando cuando el chofer de la combi me entrega el cambio y deja rozando sus dedos por mi mano, o si sonríes y ya creen que te pueden insinuar algo, se llama amabilidad. 

Podrás comprender o no, ser una persona empática o no, de las que respetan o transgreden, pero de que debemos detener esta desigualdad y los femicidios, es real. 

En fin… Antes de juzgar por algunas que pintan las paredes o los monumentos, pregunten, de verdad, a una mujer en qué sentido es tratada diferente en la sociedad, en su casa, con su familia. Ahí encontrarán por qué es tan importante visualizar la desigualdad de género y eliminarla.

Tiendan su cama y laven su ropa, nos leemos otro día de Mamá Rockera.

Vivan y dejen vivir.

Fotos Cortesía Edith Salmerón