abril 28, 2025

Conexión Rock

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El Reporfan

¿Bruja, vampiro, calabaza o Frankenstein?

Yo fui bruja varios años. Hoy en día, los y las niñas se disfrazan de personajes de videojuegos que son narrados y jugados «en vivo» por youtubers, o bien, de personajes de series animadas transmitidas en YouTube, y entonces el jueves primero de noviembre, nos encontramos en la calle a decenas de Cameraman, Speakerman, Titán Cameraman, Titán TV man (Skibidi Toilet); Enderman, Steve (Minecraft), y un montón de personajes que seguramente, si no tienes un hijo de 4, 7, 9 o 10 años, no sabes a lo que me refiero.

Era inevitable que el «Día de muertos» no se viera afectado por el Halloween de los gringos, en donde no hay más significado que salir disfrazados a asustar en las calles, a pedir el «dulce o truco«, cuando en México existe todo un significado para estos días. Una ofrenda para aquellos que dejaron el mundo físico y viven en nuestros recuerdos. Dicen, yo no lo he vivido aún, que en algunos pueblos, por ejemplo de Oaxaca, la muerte es una fiesta, y el «Día de Muertos» una oportunidad para recibir a quienes perdimos en el camino, yo, yo aún veo la muerte con mucho dolor.

Volviendo al tema de los disfraces, cuando escoges uno es porque te gusta, lo disfrutas, te sientes identificado, y si te esmeras en personificarlo, hasta te conviertes en la sensación de las calles. Nosotros nos hemos esmerado en los disfraces de Décimo Meridio, quien de hecho siempre ha tenido, pese a su corta edad, muy claro lo que le gusta y lo que no, desde pequeño ha mostrado sus habilidades, gustos y debilidades; nuestro trabajo, apoyarlo y cuidar que nunca olvide quién es. Yo tardé varios años en saber quién era, qué quería ser y para lo que era buena, porque no es lo mismo que algo te guste y que seas buena en ello; también aprendí a ser honesta conmigo ser mi primera juez. Es como cuando Chandler decidió dejar su trabajo -análisis estadísticos y reconfiguración de datos- y decidió dedicarse a lo que, después de al menos 20 años, descubrió que le apasionaba (IN MEM Matthew Perry🤍).

Ser comunicóloga fue mi tercera opción

Aunque desde niña traía toques de periodista. Recuerdo que en la primaria inventé el «Periodiquito Kids«, un diminuto periódico de 5 cm de alto y 5 cm de ancho, que se conformaba de las secciones: clima, festividades, chiste y dibujo Pokémon. Lo escribía entre clases y lo pasaba por los 36 alumnos que integrábamos el grupo. Su publicación era diaria, aún conservo algunos. En la secundaria creí que estudiaría Diseño, no era muy buena la verdad, con trabajos hago una persona hecha de palos y bolitas. En el CCH pensé que sería bióloga, pero ¿una bióloga en México? ¿De qué viviría? Sin ofender.

Y bueno, siempre me gustó leer, escribir, hablar. Después de varios años, por fin me titulé como Comunicóloga con especialidad en periodismo. Y aunque algunos profes rompieron mi corazón de escritora, aquí estoy entreteniéndolas, personas lectoras, un rato. Ahora sé que la carrera que debí estudiar era Relaciones Públicas o Mercadotecnia, pero no todas tenemos nuestras habilidades a la vista, a otras nos cuesta más tiempo conocernos del todo, aún así, comunicóloga es una gran parte de mí.

A lo largo de los años, he descubierto situaciones que en las aulas no aprendes, cuando uno estudia, la objetividad, la ética, la verdad, es lo que importa; en la práctica te llevas varias sorpresas que no incluyen ninguno de esos tres aspectos. Pero hoy personas lectoras, sólo hablaré de un tipo de periodismo que de hecho es mal visto por la mayoría de los periodistas, pero que todos en algún momento, lo han sido.

En mi último semestre de la licenciatura, para uno de los proyectos de periodismo escrito, entrevisté a una banda mexicana de «rock» que aún existe y que lleva, de hecho, el nombre de los postres que hago. Mi contacto, mi amiga, cuidaba mucho las relaciones públicas que a su corta edad había logrado, yo por mi parte, no podía disimular lo emocionada que estaba al entrevistar a esa banda. Me llevé varios regaños por parte de mi amiga, pero es que yo, antes que un personaje, soy una persona, y no puedo esconder lo que siento. En esa época fue cuando más conferencias de rock cubrí para mi casa Conexión Rock, en inglés, en español, bandas mexicanas e internacionales.

Trabajaba para cubrir conferencias entre semana y asistir a conciertos los fines de semana. Me daban acreditaciones para todos los foros, y no sólo para mí, podía llevar a mis hermanos, al Vaquero, a veces sólo iban ellos y al salir, pasaban por mí con mi amiga la de los contactos.

Amaba ir a las conferencias de Rock, a las 12 del día salía una banda, le hacía preguntas, tomaba fotos y a la 1 ya estábamos con cheve en mano, platicando entre «periodistas». ¿Por qué las comillas? Porque cuando son bandas conocidas, no sólo van periodistas a las conferencias, van fans y groupies a tomarse la foto. Es momento, personas lectoras, de revelar el tipo de periodistas que no a todos los periodistas agradan, y son los «Reporfans». Esas personas que de alguna manera están en «el medio», principalmente digital, y que en vez de ser objetivos, sólo van a las conferencias de sus artistas, bandas o crush de los que viven enamorados.

Yo, yo soy comunicóloga con especialidad en periodismo y sí, sí soy reporfan también, pero he aprendido a equilibrarlo. La mayor satisfacción para un periodista, es entrevistar a esa persona o personaje al que admiras, y podrás disimular lo mucho que te entusiasma hacerlo, pero por dentro sientes esa inmensa emoción que te hace amar más tu profesión.

Hace muchos años era fan de Bunbury y en una conferencia de prensa pude tomarle foto y hasta pregunta le hice, y no cualquier pregunta, una que me diferenció de las demás preguntas. Ya no soy fan, pero eso lo guardo en mi memoria con cariño. Aunque mi amiga de los contactos me regañaba, yo hacía primero mi trabajo periodístico, y después me tomaba foto con las bandas y rockeros que me gustaban, total, la nota que escribía era veraz y objetiva, según yo, y la foto nadie me la quitaba.

No me arrepiento de ser reporfan. En particular, hay una foto de la que no me puedo arrepentir, aunque mi amiga me quite la cédula profesional. Hace un par de años, el Vaquero me llamó a las 2 de la tarde, Décimo Meridio ya existía, me dijo que no lo iba a creer, pero le había salido un bomberazo y grabaría una entrevista a Pau Donés en el extinto Plaza Condesa.

Pau, vocalista de Jarabe de Palo, había sido diagnosticado con cáncer de colon y pese a eso, hacía giras y continuaba repartiendo su talento. Inmediatamente le llamé a mi mamá para que cuidara a Décimo Meridio, busqué el libro de Pau (50 Palos) que recientemente había publicado, lo fui a comprar y a las 6 de la tarde yo ya estaba lista como reporfan, a las afueras del Plaza para conocerlo, digo, para entrevistarlo.

La música de Jarabe de Palo es difícil de encasillar, a mí simplemente me gusta, sus letras, su ritmo, esa simpleza para hablar de la vida y del amor, de las personas y el claro mensaje de que pese a todo, hay que seguir adelante, ver lo «bonito» de esta vida, también me gustaba Pau, por supuesto.

Pau fue diagnosticado en 2015 y desde entonces emprendió una lucha contra el «cangrejo» como lo llamaba, con esas inmensas ganas de vivir que a ratos fueron apagadas por la presencia constante de la muerte. Una vez que ingresamos (todo el equipo de grabación), al área asignada para la entrevista, empecé a ponerme un poco nerviosa, nunca había visto a Donés a menos de dos metros de distancia, abajo del escenario, escuchando cada palabra de lo que yo diría. En uno de sus conciertos, en esa época contra el cangrejo, estaba tan efusiva que al terminar el set list, le dije a mis amigos a gritos: y bueno, ¿de aquí a dónde? Frase que se quedó intacta en el tiempo y que hoy me siguen recordando cada que nos vemos o leemos.

Si no conoces a Pau Donés, te invito a leerlo, a escucharlo, a aprender de su vida y de esos últimos años con el cangrejo. Pau quería vivir, pero sabía que la arena en su reloj se estaba acabando, ahí es donde descubres mucho más de ti, de quienes te rodean y de la vida misma. Ahí cerca de la muerte y de lo que crees que será el fin.

Una vez dentro, nos señalaron al «periodista» que le haría la entrevista a Pau. Nosotros sólo grabaríamos. A los pocos minutos entró Pau de la calle, andaba vagando por la Condesa, saludó, muy serio, delgado, puede que se le viera algo incómodo o molesto, yo creo que se sentía un poco mal. Se sentó en el banquillo, se colocó el micrófono y … el Vaquero (porque periodista) con voz baja me dijo: te toca la claqueta. Me puse tan nerviosa que cuando el director me dijo: ¡canta! No sabía ni qué hacer. Cantar en los medios, significa decir en voz alta frente a la cámara, qué toma, qué escena es la que está por grabarse, pero yo me quedé muda, casi inmóvil ante mis nervios de reporfan.

Después de algunas preguntas generales sobre la participación de Jarabe de Palo en el festival de Querétaro (2018), al «periodista» aquel, se le ocurrió preguntar: ¿Y qué planes a futuro tiene Jarabe de Palo? WTF! Casi le aviento la claqueta. ¿Cómo se le ocurre hablar de futuro a una persona que tiene cáncer y que él mismo ha declarado que vive su «ahora» únicamente»? Pau se quedó unos segundos en silencio y dio una respuesta insignificante, tan insignificante como aquel «periodista» que no pudo leer un poquito antes sobre su entrevistado, o que fue interrumpido de su comida y preguntó lo primero que se le vino a la mente.

Minutos después terminó la tediosa entrevista y le empezaron a quitar el micrófono a Pau, cuando me quité la sudadera, me acerqué a él y le dije: casualmente traigo tu libro, ¿me lo firmas? Le saqué una sonrisa y repitió: ¿casualmente? Me abrazó por la cintura y nos tomamos una foto. Yo seguía temblando de nervios. De Pau sabía que su madre había muerto cuando él estaba joven, de hecho se suicidó.

Sabía que amaba vivir y que le gustaba lo simple, pero con el cáncer le aprendí que hay que aferrarse a la vida y dejar lo más que se pueda para que seas recordado después de la muerte.

«La muerte de una madre… ¡Menudo palo! La lección fue severa pero definitiva: el sentido de la vida cobró la importancia que en realidad tenía y que yo, hasta el momento, no le había sabido dar. Sufrí un dolor insoportable, un miedo atroz e infinito» («50 Palos… y sigo soñando»). Así siento la muerte yo. Lo más difícil es poner la foto de quien amas, en la cima de la ofrenda, y a la vez comprendes que esa ofrenda es para mantenerla viva.

Como reporfan, hay una sola cosa de la que me arrepiento. Y es que cuando el director me dijo: ¡Canta! Quise cantar en voz alta: «por un beso de la flaca yo daría lo que fuera, por un beso, de ella aunque sólo uno fuera«, hoy sé que Pau pudo reírse más esa noche, pero mis nervios no me dejaron hacerlo.

También sé que yo como Pau, vivo el «ahora», y no pienso en el futuro.

«A la vida no hay que ponerle huevos, hay que ponerle ganas…» (Pau Donés 11/10/1966- 09/06/2020).