Mamá Rockera
By Mónica Nitro
Bienvenidas sean de nueva cuenta, personas lectoras, sé que nos extrañamos; en cualquier otro empleo, la falta de esta columna hubiese significado despido justificado sin goce de finiquito, la ventaja es que soy muy amiga del director de Conexión Rock y pues aquí seguimos. Tengo algunas preguntas para ustedes: ¿Cuántas actividades o personas han dejado de ver porque su vida dio un giro? ¿Esas personas han vuelto? ¿Aún están en sus vidas? ¿Retomaron sus actividades? Pues de eso va en esta ocasión.
Recordarán que tardé 24 horas en sonreír al enterarme de mi primer hijo, lo que pasó por mi mente en ese momento fue simple, de hecho lo más maduro que mi consciencia pudo haber formulado en esos años. Recuerdo que pasaron, como película hollywoodense, escenas de los últimos 5 años de mi vida previos al embarazo. «No más fiestas, no más conciertos, viajes, adiós a mi libertad, mi tiempo, autonomía, soledad, etcétera». ¿Por qué lo vi tan extremista? Porque de alguna manera observándolo en otras madres cercanas, sabía que un hijo cambiaría totalmente mi vida, que gran parte de lo que era en ese momento, como mujer, amiga, comunicóloga, rockera, pasaría a pertenecerle a alguien más, por el simple hecho de que su vida estaría a cargo de la mía, y eso, eso no es cualquier trabajo.
Pasaron mil cuatrocientos cuarenta minutos después de la noticia, cuando mi rostro se iluminó con algo que llaman amor incondicional, desperté y con emoción descubrí que sí quería estar embarazada, me sentí
feliz, nerviosa y los primeros pensamientos pasaron a segundo término, mas no se extinguieron. De hecho, al nacer Décimo Meridio renuncié a mi trabajo, por un lado, podía hacerlo porque contaba con el apoyo del Vaquero, por otro, quería dedicarme al 100 por ciento a criar al pequeño de piel rosada y ojos expresivos. Pero me enfrenté con tres situaciones que jamás había experimentado: una, no sabía qué hacer con la criatura, la maternidad se aprende más en el camino que viendo tutoriales, aunque sí ayudan. Dos, presenté depresión pos parto, así que me enfrenté a un cúmulo de hormonas que no tenían rumbo, es decir «tristeza» se apoderó de mí, pero no por mucho tiempo, a los tres meses del Décimo Meridio, ya me había encaminado en la práctica materna y dejado atrás la depresión. Y la última situación, imaginen un caballo que todo el tiempo está en movimiento y de pronto, después de tanta actividad, tiene que quedarse a cuidar a un ser que, no habla, no camina, babea y sólo come y duerme.
¿Qué haces además de salvaguardar a ese pequeño ser? ¿Limpieza? ¿Qué más? Así es como pasé los primeros días de la maternidad. Sin embargo, conforme vi crecer al Décimo Meridio, experimenté sensaciones únicas, tan únicas como él, el amor fue creciendo y creciendo y sólo me dediqué a disfrutarlo. Me divertí tanto con él de bebé, no sé si él haya sentido lo mismo, de hecho nunca lo sabremos porque ya no se acuerda (risas). Le canté tantas canciones como pude, lo vestí a mi gusto, muy rockero siempre, gateé con él, caminé con él, corrimos, saltamos, y de pronto, Décimo Meridio empezó a hablar, a cuestionar, a experimentar, su curiosidad siempre lo ha caracterizado, y entonces, empezamos a compartir nuestros gustos.
Hasta ese momento, yo sólo me dedicaba a cuidarlo, y a las labores de la casa, que sé perfectamente lavar trastes no es mi propósito en la vida, vendía algunos productos en Marketplace, ahí descubres un mundo nuevo, grupos de venta de mamis, donde puedes revender los juguetes y la ropa que tus crías han dejado, porque eso sucede y muy rápido. Todo lo que llegaba a mis manos lo vendía, analizaba el mercado y lo traía de China, antes de que Temu y Ali Exprés llegaran. Cuidar a mi hijo fue y es mi prioridad, en ese momento no extrañaba los conciertos, ni las fiestas, mucho menos trabajar, aunque creo que esto último nadie lo extraña realmente. Pero sólo había pasado un año y medio, y ningún caballo puede quedarse sentado mirando la pradera que hay delante de él.
Décimo Meridio siempre ha sido un señorcito, establece conversaciones interesantes con datos curiosos, con estadísticas y probabilidades. Así que de él he aprendido bastante, ya que tiene buena memoria, y hasta antes de los youtubers, veía programas de «los 72 animales más peligrosos del mundo», o series de misiones, hasta llegó a ver episodios de «Superviviendo al desnudo», imaginábamos quién saldría primero, si él o yo. La primera parte de mí que compartí con él, fue la música, y por ende los conciertos. Así anduvimos en el Pa’l Norte con todo y carriola, en el Coordenada y el Acrópolis. Hasta que un día, decidimos dejarlo en casa
con su abuela.
Recuerdo ese primer viaje sin él, el Vaquero y yo estábamos muy callados en el autobús, hasta discutimos por una tontería que ya no recuerdo, ahí me di cuenta de que ambos extrañábamos a nuestro señorcito, y se asomó algo de culpa en nosotros, pero se nos olvidó cuando entramos al Festival con nuestro kit Conecta y empezó a tocar la primera banda, al fin rockeros, al fin individuos. De vuelta a casa, verlo fue lo mejor de la noche, cargarlo, olerlo, escuchar su voz y sus múltiples preguntas. Una vez que empezó a hablar, nadie lo ha podido callar.
En esa etapa ya habíamos dejado la lactancia, esa fue nuestra primera separación. Y entonces apareció una propuesta laboral: «Se busca reportero o reportera para cubrir incapacidad por un mes». El anuncio lo hacía una acatleca, así que pensé en que un mes separada de mi bebé por un par de horas al día, no nos causaría daño alguno. Y en ese empleo ya llevo seis años, la ventaja es que, la mayor parte del tiempo, es home office,
así que puedo estar con las criaturas, aunque es cansado, pues divides tu energía y tiempo en todo lo que debes hacer en casa, con ellos y el trabajo.
Así empecé a retomar lo que creí ya no tendría en mi vida: los conciertos, las fiestas, los viajes, el trabajo. Me siento afortunada de poder estar con ellos la mayor parte del tiempo, porque sé que no siempre se puede. Y como duele más una patada en los huevos que un parto, pues decidimos embarazarnos de nueva cuenta y así llegó el Mónico, en plena pandemia, en un mundo y una sociedad enferma, en decadencia, pero que en el momento de su concepción, no nos pasó por la cabeza. Esta etapa fue totalmente aislada para nosotros, no sólo yo dejé las fiestas, los conciertos, los viajes, sino todo el mundo.
Siendo mamá he cancelado infinidad de veces reuniones con amigas, amigos, idas al cine, también he cancelado personas; he visto pasar empleos a los que podría aplicar, sobre todo esos donde la Prensa es la estrella, te consienten, y viajas por el país y el mundo, no sé si me hubiesen aceptado (risas), pero yo podía intentarlo.
Cada persona experimenta la crianza de distinta manera, yo tengo como prioridad a mis hijos, por encima de todos y todas, hasta de mí, bueno, malo, no sé, he ido descubriendo que no hay nada escrito, personas lectoras, y que efectivamente mis pensamientos negativos de las primeras 24 horas de la prueba positiva, son reales, pero depende de una y su día a día, cómo haces de la maternidad una parte de ti y no toda tu vida. Porque como bien sabemos, los hijos son prestados, y yo espero que los míos a los 18 se vayan de la casa.
Hace unos meses, como caballo salvaje que soy, aunque domesticado por la maternidad, pasó por mi cabeza la idea de recuperar esa parte rockera periodística que me apasionaba tanto en mis veintes, y como las crías son un poco más independientes , y el Vaquero es un máster de la Producción, pues así es como inició su podcast favorito, «Las Cantinas del Rock». Un espacio para entrevistar a personajes de ese género, músicos, periodistas, staff, managers, locutores, todas esas personas que tienen infinidad de anécdotas y aprendizajes por compartir, siempre con humor y con el objetivo de que pasen un rato agradable.
Acompañados de Alex Sandoval, el dude que dijo me aviento sin temor a dios, y con el apoyo incondicional de Ramón Espinoza, Agency Manager, pero sobre todo, de las abuelas, abuelos, tíos, tías, amigas, que nos cuidan a las criaturas, porque sin ese apoyo, no podría salir ni a trabajar, mucho menos a cotorrear, digo, a entrevistar.
Les invito a ver su podcast favorito en nuestro canal de YouTube: @Lascantinasdelrock, esperando les genere un momento de entretenimiento, felicidad, alegría, y sea un pretexto para reunirlos con su parte rockera, periodística y nos encontremos en esos lugares tan tradicionales.
Por cierto, apenas fui a un viaje por trabajo, de esos donde te consienten, te cuidan, y aunque a ratos la culpa me invadió, me la pasé muy guay, ya les contaré de qué fue. Y efectivamente, mi mejor momento del viaje, fue regresar a casa y sentir los abrazos de mis grandes amores.
Disfruten su día, vivan y dejen vivir.
Nos vemos en otra columna de Mamá Rockera