
Dice León Larregui: «¡Oh! No existe el amor, no existe el amor; cuando lo buscas siempre fuera de ti…» Y equivocado no está.
Hoy, personas lectoras, quiero contarles una historia de amor, un pedazo de la vida de dos personas, compitiendo a la conocida relación de los Lora, ese matrimonio rock de más de 40 años de unión, y que están próximos a celebrar cinco décadas de la legendaria banda El Tri, inevitable sentir ternura cuando los miras tomados de la mano en las conferencias de Prensa, aunque eso sí, el amor es una cosa; el matrimonio, otra.
En una vida pasada, tuve una relación de esas que todos saben que no te hace bien, pero por alguna razón, tú decides quedarte en ella y dar todo de ti.
Enchueco los labios, porque me molesta admitir que, efectivamente, no era una relación sana para mí, pero eso lo ves hasta que pasan los años. Como dice la Mosca «todos tenemos un amor que nos rompe el corazón y nos complica la vida«.
Pues en esa vida anterior duré cinco años creyendo que era mi gran amor, hasta que terminó conmigo (risas). Durante los cinco meses posteriores a la ruptura, corroboré lo que el buen León expresa en su melodía. Le di sólo un mes a la tristeza y decepción, y me decidí a encontrar el amor dentro de mí.
Fueron cinco meses increíbles, soltera, joven y aventurera. Retomé actividades, lecturas, salidas, amigos; recuperé la confianza en mí, en mis habilidades; busqué el objetivo de mi vida sin él y lo encontré… hasta que volví a esa relación al sexto mes (abucheos).
Me tardé dos años más, en entender y aceptar que ya no quería a esa persona, y un buen día, después de dos meses de no verlo, le llamé por teléfono y lo corté. «Está bien, vamos a darnos un tiempo». ¿Cuál tiempo? Yo quería mi libertad. Una buena amiga, sabiendo mi situación, me avisó que una banda de covers integrada por sus amigos tocaría cerca de mi casa, así que me decidí a ir.
Me la pasé muy bien, sé que a muchas personas les molestan las bandas de covers, y es que depende de cuáles rolas toquen, pero esa banda a la que fui a ver, tenía un set muy entretenido, que quienes fueron a verlos una y otra vez, hoy en día, después de 10 años, escuchan canciones oldies e inmediatamente piensan en ellos.
Como me divertí tanto, me quedaba cerca de la casa, y necesitaba distraerme, al siguiente fin de semana regresé a ese bar de mala muerte con tritones de cerveza inagotables. Pero esa noche el guitarrista era otro. Le hice caras y gestos porque desconocía su procedencia, lo abucheé porque me había hecho amiga del otro guitarrista, al que vi primero, él sólo cerraba más sus ojitos de regalo y se reía nervioso.
Al siguiente fin de semana regresé con unas amigas, echamos tanto desmadre, que sin encuerarme me gané la cubeta de cheves que regalan cuando te subes a bailar, desconozco si aún haya lugares que lo hacen, hoy, por supuesto, ya no me subiría, pero igual ganaría la cubeta.
Nunca voy a olvidar el tema de conversación esa noche con mi amiga mientras la banda recogía los instrumentos, mi amiga me decía que le gustaba el vocalista, era un buen front man, desenvuelto y con el cabello rizado; pero de pronto apareció «el otro» bajando las tres escaleras del escenario, al mismo tiempo que, cerca de su oído, yo le murmuraba a mi amiga, que no estaba segura de su elección, ya que «el otro» tenía una hermosa sonrisa, entre tierna y sexy.
Alcé las cejas, para evidenciar que ahora lo estábamos evaluando a él, y cuando nos dio la espalda, no me quedó más que mirar a mi amiga y decirle: y está nalgón.
Considero que no existe el amor a primera vista, existe la atracción y de ahí pasas a la seducción y al convencimiento. Después de esa noche, «el otro» y yo comenzamos a platicar por Facebook, a conocernos, pero ambos, periodistas, el juego de palabras era evidente, hasta que surgió, y aún me da risa, la pregunta más tierna que me han hecho: ¿Y qué somos? Pues nada, somos personas que nos hablamos bonito y punto.
Debo resaltar que en ese momento y después de siete años, no quería tener una relación, me la pasaba vagando en las calles del Centro con la Srta. Kamikaze, no es una droga, es mi amiga la de los contactos. En las noches arrabaleras de la muy querida y extinta «Dos Naciones», y disfrutando de ese amor por mí, para nada quería a alguien que frenara mi vida, que me alejara de lalo-cura que me encanta.

Pero te ven guapa, inteligente, y además facturas, así que se ponen a hacer todo para que caigas.
«El otro», no hacía planes, simplemente actuaba. La primera noche que fue a verme a casa de mi mamá, lo cambió todo. Sentados en una de las bancas del área de juegos de la unidad, le pregunté si podía hacer algo raro, no tengo idea de todo lo que se pudo imaginar con esa pregunta, pero eso «raro» fue recargarme de espalda en su pecho, y el muy abusado me abrazó.
Las famosas mariposas en el estómago se quedaron cortas, personas lectoras, lo que sentí esa noche se llama química, física, filosofía, literatura, todo, esa energía que recorrió mi cuerpo, nunca la había sentido. Ahí supe que ya me había chingado (risas).
Otra noche, porque siempre ha sido muy nocturno el joven, me llamó mientras yo veía en pijama, «Esposas desesperadas», aún éramos personas que nos hablábamos y punto. Me preguntó si quería salir, le dije que no, que ya estaba en pijama y colgué.
Después me pregunté por qué no, y así terminé a las 10 de la noche caminando sobre la plaza del Tren Suburbano, para ir a quién sabe dónde con aquél que me miró perplejo mientras comía dulces de chamoy de las maquinitas que antes eran de un peso. Me llevó a Garibaldi, le quitó la guitarra a un trovador y me cantó: «Aunque no sea conmigo» versión Celso Piña y Rubén Albarrán, porque Bubury le caga.
Ese momento no se me olvida, me auto pregunté quién carajos era ese sujeto y por qué hacía cosas para mí, por qué me miraba así, me escuchaba y me llevaba a los lugares que a mí, sin él saberlo, me gustaban. Decía mi profe de la Universidad, «Dios», imagínense el nivel de persona para que así fuera conocido en los pasillos de Acatlán, que el amor de tu vida es con quien estás ahora. Y entiendo por qué lo decía. A veces nos aferramos a la idea de que las relaciones deben ser para siempre, pero «siempre» no existe. Dice Café Tacvba: «el futuro es hoy», y es justo lo que nos cuesta descifrar.

Después de esa noche en Garibaldi, cuando te dejaban cantar con el mariachi en la explanada, y beber, claro, salimos más veces, hasta que una noche, porque les digo que éramos muy nocturnos, tuve la necesidad de decirle que lo amaba. Lo demás es historia.
Hoy dedico esta columna a mi gran amor, a esa sonrisa única, del que he aprendido a tener paciencia, pero también perseverancia y seguridad.
A ese amor que me calma en los peores momentos, que me arropa y también me des-ropa. Con su «qué va a haber, qué se va a hacer, o qué o qué? Y su pasión empedernida por el voleibol. A ese amor del que nacieron dos personitas increíbles.
León tiene razón en que, primero debes concentrar el amor en ti para encontrar el amor en alguien más.
No creo que nuestro amor sea intocable. Como bien les mencioné arriba, una cosa es el amor y otra el matrimonio, de eso luego les cuento.
Disfruten el amor y la amistad, el amor de su mamá, de su papá, de sus hermanas, hermanos, de sus hijos e hijas; el amor de amigas, de familia, el amor a sus perros, gatos, ese amor bonito, ese que te recorre el cuerpo, que no te hiere, y recuerden que el amor más grande, es el que se tienen a sí mismos.
Y si hoy no tienen ganas de amor o no tienen dinero para dar regalos, «Dios» también decía en momentos de crisis: «recuerda que siempre puedes vender medias». Me-di-as noches de pasión.
Más historias
Dios siempre conmigo
Ahora sí, listos para el TECATE COMUNA
Día de Muertos